Se te fue la vida creyendo que no podías renunciar a tu trabajo porque estar pocos meses en él se vería mal en tu CV.
Se te fue la vida aguantando maltratos, o malas experiencias, porque te dio miedo decir “no”.
Se te fue la vida creyendo que hacer ese curso o maestría se iba a ver increíble en tu CV, aunque en el fondo no la querías hacer.
Se te fue la vida creyendo que tenías que entrar en el molde que otros te pidieron, pero no te diste cuenta de que tu propio molde no está hecho para encajar en el de otro.
Se te fue la vida siguiendo reglas que otros te imponían, sin preguntarte si eran las reglas que querías seguir.
Se te fue la vida tratando de tener el cuerpo de una modelo que seguías en Instagram, y perdiste la oportunidad de sacarle el máximo provecho a los atributos que solo tú tienes.
Se te fue la vida creyendo que no te podías quejar porque era para débiles, y perdiste tu oportunidad de expresar lo que sentías y sentirte mejor.
Se te fue la vida intentando ser perfecto, para darte cuenta de que la perfección no existe.
Se te fue la vida comparándote con los que tienes al lado, como si la vida fuera una carrera, y no te diste cuenta de que cada persona tiene un ritmo perfecto y diferente.
Se te fue la vida creyendo que podías hacer todo, siempre, todo el tiempo, sin entender que hay tiempos para todo y que hay momentos de vida para todo.
Se te fue la vida mientras te exigías fuertemente dar más y más, exprimiendo tu cuerpo y mente al grado de caer enfermo.
Se te fue la vida pensando que todo tiene que ser serio, formal, rígido y estructurado, y no te divertiste.
Se te fue la vida mientras sobrevivías en una rutina maratónica imparable, y no viviste.
Se te fue la vida cumpliendo el sueño de otro.
Se te fue la vida tratando de cumplir las expectativas de otros.
Se te fue la vida haciendo lo que no querías
Se te fue la vida sin darte cuenta de que se te fue.